Las actividades humanas generan emisiones de cuatro GEI de larga permanencia: CO2, metano (CH4), óxido nitroso (N2O) y halocarbonos (gases que contienen flúor, cloro o bromo).
Cada GEI tiene una influencia térmica (forzamiento radiativo)
distinta sobre el sistema climático mundial por sus diferentes
propiedades radiativas y períodos de permanencia en la atmósfera. Tales
influencias se homogeneizan en una métrica común tomando como base el
forzamiento radiativo por CO2 (emisiones de CO2-equivalente). Homogeneizados todos los valores, el CO2
es con mucha diferencia el gas invernadero antropógeno de larga
permanencia más importante, representando en 2004 el 77% de las
emisiones totales de GEI antropógenos. Pero el problema no solo es la
magnitud sino también las tasas de crecimiento. Entre 1970 y 2004, las
emisiones anuales de CO2 aumentaron un 80%. Además en los
últimos años el incremento anual se ha disparado: en el reciente periodo
1995-2004, la tasa de crecimiento de las emisiones de CO2-eq fue de (0,92 GtCO2-eq anuales), más del doble del periodo anterior 1970-1994 (0,43 GtCO2-eq anuales).
Ya se ha señalado que la concentración de CO2 en la atmósfera ha pasado de un valor de 280 en la época preindustrial a 379 ppm en 2005. El CH4 en la atmósfera ha cambiado de los 715 ppmm en 1750 (periodo preindustrial) hasta 1732 ppmm en 1990, alcanzando en 2005 las 1774 ppmm. La concentración mundial de N2O en la atmósfera pasó de 270 ppmm en 1750 a 319 ppmm en 2005. Los halocarbonos prácticamente no existían en la época preindustrial y las concentraciones actuales se deben a la actividad humana.
Según elque estudió el impacto del y el en la economía mundial, encargado por el gobierno británico y publicado en 2006, la distribución total mundial de las emisiones de GEI por sectores es: un 24% se debe a la generación de electricidad, un 14% a la industria, un 14% al transporte, un 8% a los edificios y un 5% más a actividades relacionadas con la energía.
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